SERES SALVAJES, Parte I
Existen, vaya que si existen, se cruzan, me golpean y de vuelta desde el horizonte me besan y rozan, queriéndome decir “te quiero”.
Desde lo alto observo, como en un sueño, tan eterno este instante que todas las luces de invierno parecen desvanecerse al final de este túnel tan lúgubre y hostil.
Cómo quien llega a puerto, llego a esta orilla, más fértil, más llena, libre, serena y al mismo tiempo inquieta.
Flotando, entre abismos, sin miedo a la caída.
Delicada y fuerte, me observas, un delgado hilo nos une y se tensa, escondida tras luces de atardecer rojizo, peleas por no mirar desde aquel lugar que sólo visitan los que ya no están contigo. Furtiva entro, me acurruco, hace frío en este lugar vacío de sueños.
Algo desde una lejanía imposible de percibir se acerca, a galope, a golpes de furia y viento, su presencia me sacude con fuerza hasta hacerme perder el aliento, de nuevo regresa, como un ser salvaje, asustadizo me escudriña, tiendo mi mano en esa oscuridad y a tientas consigo sentir su presencia, no veo su forma pero siento su respiración revolviendo mi pelo hasta el enredo.
Pienso entonces que la oscuridad esta repleta de seres salvajes, libres e ingenuos.
Parpadeo, miro y disparo.